La
primera vez que vi Elfen Lied debía
tener quince o dieciséis años. La serie como tal me agradó; hasta el momento
había visto ya una buena cantidad de anime (no la enorme cantidad que he visto
al día de hoy, pero sí bastante) y me pareció uno de los buenos que había visto
hasta el momento. La serie como tal es algo… particular, por llamarla de algún
modo (al menos para quienes no están acostumbrados al género). Contaba con un
buen número de características reconocibles y comunes para el anime en sí, pero
tenía unas pequeñas diferencias que la hacían especial, o al menos yo veía
ciertas diferencias que la convertían en una pieza particular de la animación
japonesa. Supongo que en aquel momento el resto de las personas también las
encontraban, porque era una de las favoritas y de las que más sonaban cuando se
empezaba a hablar del tema. Sin embargo, ahora no cuenta con la misma
reputación; supongo que se ha vuelto muy común, muy mainstream, como la llaman ahora casi todos los que la mencionan. A
pesar de la opinión pública, tengo un buen recuerdo de ella, y me sigue
llamando la atención por las cosas que encontré personalmente. Uno de estos
encuentros personales es precisamente el opening:
Lilium.
Lo
primero que me llamó la atención fue la música. La melodía aún da vueltas en mi
cabeza cuando entro en esas tardes lluviosas en las que a uno le da por
acordarse de la adolescencia y de las cosas que lo marcaron para toda la vida.
Pero la melodía no era sólo el ritmo, la melodía tenía una letra y la letra
estaba en latín y su significado era hermoso. Algo más o menos así:
Lilium/Lirio
Latin
Español
On iiusti meditabur sapientam La boca del
justo meditara sabiduria
Et lingua eius loquetur ludicum Y su lengua
dictara un juicio
(De Salmos , 27,30 - Os Lusti)
Beatus Vir Qui Suffert Tentationem Dichoso el hombre que
soporta la tentacion
Quoniam cum Probates Pues
tras ser probado
Fuerit acipiet coronam vitae Recibira la
corona de la vida
(De
la Epistola de Santiago 1-12)
Kyrie, Ignis divine, Eleison Señor,
fuego divino, ten piedad
(Kyrie Eleison,
traduccion latina del Κύριε ἐλέησον Griego)
O, Quam Sancta, Quam Serena Oh, cuan santa,
cuan serena
Quam Benigna, Quam Amoena Cuan benigna, cuan hermosa
O, Castatis Lilium
Oh, Lirio de la Castidad
(Del
Aves mundi Spes Maria)
La
letra estaba compuesta de diversos pasajes de la biblia y cantos religiosos y,
para aquel entonces, era algo que yo necesitaba desesperadamente. Pero no se
trataba solamente de la melodía. El opening
completo era algo que me obligaba a sacudirme más que un poco, era una unidad
entre música, letra e imagen.
Tengo
que reconocer que en ese momento de mi vida no sabía mucho del tema (aún no sé
demasiado de todas formas), pero las imágenes que se arrastran junto a la
melodía en la canción, son representaciones de diferentes obras del pintor
austriaco Gustav Klimt. No puedo estar segura del por qué se usaron sus
pinturas como referencia para las imágenes del anime, pero sí puedo asegurar
que lograron sacudirme desde el primer momento en que me encontré con ellas.
La Satisfacción
Retrato de Adele Bloch-Bahuer I
Retrato de Mada Primavesi
Las tres edades de la mujer
El beso
Serpientes acuáticas
Danae
El
contraste del opening con el contenido
de la serie era bastante fuerte. Elfen
Lied trata, hasta cierto punto, de la extinción de la raza humana, o al
menos del intento de los diclonius (una
especie exclusivamente femenina que busca reproducirse mientras reduce la
población humana hasta el mínimo para apoderarse del planeta) por conseguirlo.
El anime en cuestión se desarrolla como una animación rápida que contiene una
gran cantidad de escenas violentas. Sin embargo, eso no es todo lo que hay allí
y Lilium lo deja claro desde el
principio.
La
línea central de la historia gira en torno a Lucy, una diclonius que escapa del centro de investigación en que el gobierno
japonés la mantenía cautiva. Debido a la conmoción del escape, Lucy genera una
doble personalidad que esconde su lado diclonius,
anulando el instinto de acabar con la humanidad. La chica es acogida entre
humanos y se adapta a una vida diferente, aprendiendo sus costumbres y creando
lazos con las personas. Esta nueva personalidad entrará en conflicto con su
primera naturaleza, que pugna por recuperar el control.
Lucy
es la chica que retrata el opening en
la mayoría de sus imágenes, la modelo que se usa para reproducir las obras de
Klimt. He de reconocer que nunca he sido demasiado buena para realizar críticas
de arte, no me permito asegurar si era esto o aquello lo que el artista estaba
intentando retratar en sus obras, aunque sí puedo intentar explicar qué
causaban ellas en mí.
Para
el primer momento en que me encontré con Elfen
Lied no sabía quién era Gustav Klimt y no pude reconocer la obra con la que
Lilium daba apertura a la serie. Había
algo en mi cabeza que intentaba encontrarle un puesto a aquellos colores
brillantes y a la muchacha abrazada por ellos, pero no terminaba de encontrar
el lugar concreto. “¿Dónde la había visto antes? ¡Estoy segura de que ya la
había visto en alguna parte!” Mi cabeza intentaba hallar a toda prisa la
referencia apropiada para lo que acababa de ver, pero no lo conseguía, sólo me
despertaba sensaciones de familiaridad y extrañeza al mismo tiempo. Alberto
Manguel habla en su texto de dos opiniones acerca del conocimiento que son
realmente similares, aunque se formulen de una manera diferente: por su parte,
Platón piensa que todo conocimiento es sólo recuerdo y, para Salomón, toda
novedad es sólo olvido.
¿A
qué se debía aquella sensación apremiante de reconocer la imagen de Lucy en algún
otro lugar, almacenada en algún otro compartimiento de mi memoria? ¿Se trataba
sólo acaso de que en algún momento ya me había topado con la obra de Klimt y la
recordaba? ¿O se debía en realidad a que aquella imagen había nacido conmigo,
memoria de generaciones, y ahora sacudía el nervio de los recuerdos? No estoy
demasiado convencida de que ver la obra “La satisfacción” del pintor austríaco
me hubiese causado la misma sensación que me despertó aquella Lucy representación
de la representación original. Pero esta inseguridad tampoco es razón
suficiente para afirmar que el conocimiento no es, en realidad, reconocimiento.
Si
la obra de Klimt no me causa una sensación semejante, se debe precisamente a
que yo misma estoy compuesta por imágenes y que de esas imágenes compongo mi
mundo. “La satisfacción” no podría haber cobrado el mismo significado para mí
porque, dentro de mi construcción personal de mundo, no habría podido encontrar
muchas cosas que sí encontré en la Lucy sumergida en espirales doradas. Pero
cómo, por Dios, ¿cómo puede una imagen de una caricatura despertarme
sensaciones más fuertes que una obra clásica del arte? ¡Herejía!
En
la obra de Klimt encuentro sensaciones similares a las que se despiertan cuando
observo a Lucy, pero no puedo reconocerme en ella. Tal vez ahora pueda verla un
poco diferente y halle cosas que antes no pude, pero en aquel momento la obra
de Klimt me parecía fría, distante, opaca; mientras que Lucy, para mí, era
hermosa. Hermosa y triste. La chica cuyo cabello rosa le caía hasta los pies me
sacudía por dentro, porque en ella yo no veía la paz que ahora puedo encontrar
en “La satisfacción”, incluso cuando percibía cierta calma en ella, sentía
angustia, sentía pena, sentía una desesperada necesidad de aferrarse al tejido
dorado para no perderse entre las espirales que lo llenaban todo. Lucy no
descansaba en los brazos de su amante, agonizaba en ellos, se aferraba con la
poca fuerza que le quedaba, a pesar de que incluso allí se sentía insegura, se
sentía extraña y ajena a todo lo que la rodeaba, porque no era parte de ella,
porque no podía fundirse con ello.
Hay
algo que separa a Lucy de la mujer de “La satisfacción” inevitablemente: está
desnuda. La mujer de la obra de Klimt lleva un vestido de flores que le entrega
una capacidad de camuflarse con todo lo que la rodea, mientras que Lucy se
encuentra indefensa, sin nada que la oculte del mundo. A diferencia de la mujer
de Klimt, que se encuentra en paz con lo que la rodea, Lucy no puede encontrar
sosiego. Incluso envuelta en los brazos de su amante, Lucy se siente juzgada
por los miles de ojos que se esconden entre los pliegues dorados del mundo que
habitan. “La satisfacción” está hecha de espirales, así como la imagen de Lucy
en Lilium; sin embargo, las espirales de Lucy ocultan miradas.
No
puedo saber si la trama del vestido del hombre en la obra de Klimt pretende
esconder ojos o no; el estilo simbolista es algo sumamente complejo y la
interpretación depende en un grado demasiado alto de lo que pueda ver el sujeto
que interpreta la obra, por lo que no puedo simplemente asegurar cuál era la
intención, a lo sumo puedo realizar ciertas aproximaciones. Y es desde éstas
desde las que me es posible encontrar el contraste entre vestido y fondo: las
espirales del cuadro de Klimt no esconden más que curvas, mientras que el fondo
(el mundo) de Lucy está plagado de ojos. No importa con cuanta fuerza se aferre
a su amante ni qué tanto intente esconderse, Lucy se siente juzgada invariablemente
porque no hace parte del mundo que la rodea: Lucy no es humana y no puede
esconderlo por siempre. Su naturaleza está desnuda ante los ojos de la persona
que ama y de un mundo que no es el suyo, y por ello es juzgada constantemente.
¿Quién
es Lucy? ¿Cuál de las dos Lucy que habitan su cuerpo y su mente es la Lucy
real? ¿Es verdaderamente justo hacerse esas preguntas? Después de todo, ¿cómo
es posible afirmar que una de las personalidades es más real que la otra?
Ambas la habitan, ambas la conforman, ambas se sienten llamadas por algo y
actúan en consecuencia a ello.
La
chica del cabello rosa está encerrada en una imagen con la me topé por 23
segundos. Lucy pasó por la pantalla de un computador durante menos de medio
minuto y a mí se me encogió el pecho como si ya la hubiese visto sufrir y amar
y vivir, aunque ella misma tampoco fuese real, aunque sólo fuese un personaje
de una historia que jamás habitó la corporeidad del mundo. Pero yo sí que la
habité, yo sí que hago parte del mundo y de lo que considero real. Y Lucy, Lucy
era un espejo para una chica de quince años que se sentía desnuda ante un mundo
que aún hoy le es desconocido.